Paul Auster, la invención de las últimas cosas
Auster, uno de los escritores insignes de nuestra época, falleció en su casa del barrio de Brooklyn, Nueva York, a los 77 años. víctima de un cáncer de pulmón. No dejó de escribir ni de pensar en estos tiempos aciagos.
La noticia llegó como un disparo nocturno. Ha muerto Paul Auster, uno de los escritores insignes de nuestra época, un inventor que transgredió géneros y hábitos literarios para plasmar en sus libros las verdades más desgarradoras y las emociones más rotundas. Tenía 77 años.
Murió la noche de este martes de un cáncer de pulmón, contra el cual luchó por los últimos dos años. No dejó de escribir ni de pensar en estos tiempos aciagos.
Como ha sucedido a muchos de sus contemporáneos cimeros, se fue sin el Premio Nobel. Pero a pesar de la fama y el reconocimiento, pienso que a Auster le interesaban poco los galardones y los pergaminos frente al estímulo que representaba el furor de la creación.
Auster fue considerado un reanimador postmoderno de la novela negra y un testigo que transcribió los registros más lacerantes de su ciudad adoptiva, que hizo propia. Era en sí mismo una definición de Nueva York, afincando desde 1980 en el barrio de Brooklyn, donde le dijo adiós a este mundo.
Nacido en Newark, Nueva Jersey, en el seno de una familia judía de clase media, con orígenes polacos, empezó a escribir a los 12 años, inspirado en la biblioteca de su tío, que era traductor, y particularmente en los relatos de Robert Louis Stevenson, regalo de su abuela.
La otra pasión que lo persiguió desde niño hasta el final de su vida fue el béisbol.
Estudió literatura francesa, italiana e inglesa en la Universidad de Columbia, tradujo autores franceses y viajó a París, adonde volvería en 1967 para evitar su reclutamiento en la Guerra de Vietnam. Estuvo en las manifestaciones estudiantiles de 1968 y luego regresaría a Francia entre 1971 y 1974. Francia sería su segunda casa y los franceses le otorgaron desde siempre un lugar de favoritismo.
Escribió y tradujo poesía, trató de hacer cine y se sumergió también en el mundo del periodismo, que en aquellos años era una profesión que permitía subsistir dignamente. En 1976 publicó su primera novela: Jugada de presión, un relato policial clásico con mucha influencia de Raymond Chandler y Dashiell Hammett.
Pero su verdadero momento de despegue ocurre en 1982, con el libro autobiográfico La invención de la soledad, en el que reflexiona sobre la relación difícil con su padre, que acababa de fallecer.
Luego vino el peregrinaje para publicar Ciudad de cristal, la novela que lo pondría definitivamente en el mapa literario estadounidense después de ser rechazada por 17 editoriales. Finalmente vio la luz en una pequeña imprenta de California, en 1985, y la suerte de Auster comenzó a cambiar.
Ciudad de cristal sería el primer pilote de una trilogía que integraron además Fantasmas y La habitación cerrada, luego compactadas en un libro que lo catapultaría a los primeros planos de la crítica y el mercado literarios: Trilogía de Nueva York, aparecida en 1986.
El relato cuenta la fascinante historia de un escritor de misterios que se recupera de una pérdida personal y que en medio de sus dilemas es confundido con un detective privado de nombre Paul Auster. El juego narrativo se enriquece a partir de que el escritor llega a asumir la identidad del detective y todo se bifurca en una combinación de realidad y delirio.
El abrumador éxito de Trilogía de Nueva York a lo largo de décadas fue también motivo de incomodidad para Auster, quien solía tomar distancia de la crítica y lamentaba que el resto de su prolífica obra fuera evaluada insistentemente desde la perspectiva del libro que lo diera a conocer mundialmente.
Su laboriosidad era impresionante, más aún si se tiene en cuenta que solía escribir con una pluma estilográfica y luego pasaba los manuscritos en una vieja máquina Olympia. Era reacio a las computadoras y decía que los teclados le intimidaban. Pero más que eso se trataba de una convicción filosófica de la escritura: “Los teclados siempre me han intimidado… Un bolígrafo es un instrumento mucho más primitivo. Sientes que las palabras salen de tu cuerpo y luego las introduces en la página. La escritura siempre ha tenido esa cualidad táctil para mí. Es una experiencia física”, confesó en una entrevista con la revista The Paris Review en 2003.
En total, Auster publicó 34 libros, entre ellos 18 novelas, y obras en todos los géneros, desde memorias, ensayos y cuentos hasta epistolarios, obras teatrales, poemarios y guiones de cine. Incursionó también en la dirección cinematográfica con Blue in the face (1995), a cuatro manos con Wayne Wang; Lulu on the Bridge (1998), estremecedora historia de un saxofonista de jazz que es víctima de una bala perdida en un club de Nueva York; y La vida interior de Martin Frost (2007), un ejercicio frustrado en búsqueda de soledad y aislamiento.
Poco antes de recibir el diagnóstico de cáncer, la vida de Auster se vio impactada por un desgarrador episodio familiar. En la primavera de 2022, su hijo Daniel Auster, de 44 años, falleció de una sobredosis de drogas días después de que se le acusara por la muerte de su hija de 10 meses. Daniel declaró bajo juramento que se había inyectado heroína antes de acostarse al lado de su hija. Todo apuntó a que la niña fue víctima de una intoxicación de heroína y fentanilo.
Agudo crítico de la sociedad estadounidense y de los nubarrones que se ciernen sobre el futuro del país, el escritor ocupó su último aliento en terminar dos libros de fuerte carga autorreferencial, sintonizados con los temas de la existencia, el sufrimiento y la muerte. Ambos se publicaron el pasado año.
En el ensayo Bloodbath Nation (Una nación bañada de sangre), la reflexión se centra en el desenfreno irracional de la violencia armada en Estados Unidos, una epidemia que parece no tener fin ante la desfachatez de la política. Su última novela Baumgartner aborda la conducta de un profesor de filosofía ante la pérdida de su esposa en un raro accidente.
Como ha manifestado la escritora y crítica Fiona Maazel, Baumgartner es una despedida con muchos de los toques clásicos de sus obras anteriores, “pero también es una novela que refleja las luchas internas de un autor en sus últimos años lidiando con la edad y el dolor”.
No tengo noticias de que los libros de Auster se hayan publicado en Cuba, pero me percato que tanto sus novelas más conocidas como otros textos ensayísticos y biográficos son motivo de culto entre muchos lectores que han seguido su trayectoria y sus publicaciones por largos años.
Al valor de su literatura -desafiante, sorpresiva- sumó un compromiso cívico con las libertades que lo señaló como un baluarte de los valores democráticos dentro y fuera de Estados Unidos. Se negó a visitar países donde no rigieran leyes democráticas como China, Turquía y otros de la misma estirpe totalitaria y escabrosa, y era un defensor de los presos por razones de conciencia.
Confiemos en que los libros y la luz de Paul Auster van a seguir desbrozándonos el tortuoso camino hacia el futuro.