Una historia de amor y épica: Adiós a Olga Rodríguez, la viuda del Comandante Yankee William Morgan
Ha muerto la heroína de una época ida, combatiente revolucionaria, exprisionera política, militante incansable en el exilio. Una mujer apasionada y rebelde.
Olga María Rodríguez Fariñas, Olga Morgan Goodwin, o sencillamente Olguita, la protagonista de una épica revolucionaria que estuvo marcada por las protestas estudiantiles, la lucha guerrillera en las montañas del Escambray, y luego la conspiración contra Fidel Castro, la cárcel y el exilio militante. Y el amor inextinguible por William Alexander Morgan, el Comandante Yankee, ejecutado por un pelotón de fusilamiento en 1961.
Ha muerto la heroína de una época ida, una mujer apasionada y rebelde. Olga falleció la mañana de este martes en la casa que compartía con su hija Loretta Morgan en Clewiston, Florida. Después de una larga convalecencia y recuperación, un derrame cerebral terminó con su vida, a los 87 años.
“Olga fue una luchadora tremenda, una persona de un valor extraordinario, de las que nunca se cansaron”, dijo el exprisionero político y poeta Ernesto Díaz Rodríguez, quien cumplió 22 años en las cárceles cubanas. “Nos conocimos cuando yo llegué al exilio en 1991 y desde entonces nos unió una hermandad en la lucha por Cuba”.
Guardo los apuntes de varias conversaciones que tuve con Olga, mayormente por vía telefónica. Nos encontramos por primera vez en Miami en los agitados días del caso de Elián González y la charla resultó entrañable. Por supuesto, hablamos de Cuba y de Santa Clara, la ciudad donde transcurrió una parte importante de su vida y se agitaron sus primeros reclamos estudiantiles contra la dictadura de Fulgencio Batista.
“Soy una persona estricta que tomó un camino y voy a seguir luchando por la verdad y la paz, que nunca he podido tenerla”, me dijo en una ocasión que conversamos a propósito de uno de los proyectos cinematográficos en torno a su biografía.
La determinación que guio su vida la llevó a sumarse a las fuerzas rebeldes en el II Frente Nacional del Escambray, en 1958. Allí conoció al Comandante Morgan, nativo de Toledo, Ohio, y la atracción fue inmediata. Se casaron a los cinco meses de su primer encuentro, tuvieron dos hijas, y estarían unidos por dos años y medio hasta el arresto y fusilamiento de Morgan, el 11 de marzo de 1961, acusado de conspirar para derrocar el gobierno de Fidel Castro.
Morgan, uno de los líderes más visibles de la flamante revolución, comenzó a discrepar del rumbo comunista que tomaba el proceso encabezado por Fidel Castro, y percibió que estaban restringiéndose libertades políticas por las que se había incorporado a la lucha guerrillera contra Batista.
Olga no fue detenida con su esposo y se mantuvo prófuga hasta su captura y condena a 30 años de prisión por ser parte de la conspiración contra Castro, ayudando a fomentar y armar los grupos de oposición en las montañas del Escambray.
Fue encarcelada y tuvo que dejar sus dos hijas al cuidado de familiares en Santa Clara. Cumplió 12 años de prisión, en los que resultó víctima de maltratos y reclusión en celdas de castigo como represalia por su negativa a someterse al régimen de reeducación.
Al salir, sus dos hijas eran adolescentes y la familia habría sufrido un sistemático hostigamiento a consecuencia de las “actividades contrarrevolucionarias” de Morgan y Olga, considerados “traidores”.
Decidió entonces mudarse para La Habana, donde permaneció albergada en un convento donde ayudaba a las monjas y realizaba trabajos de limpieza y atención a enfermos. En 1978 sus hijas pudieron salir de Cuba para reunirse con la familia del padre en Estados Unidos, pero Olga fue retenida hasta que abandonó el país durante el éxodo del Mariel en 1980.
Se instaló en Toledo y sus esfuerzos se compartieron entre la militancia anticastrista como delegada de la organización Alpha 66, y la batalla por rescatar los restos de Morgan en Cuba y traerlos a la tierra que lo viera nacer.
El intento de recuperación de los restos de Morgan escaló hasta el Congreso de Estados Unidos. En 2002 la legisladora por Ohio, Marcy Kaptur, y su colega por Nueva York, Charles Rangel, viajaron a La Habana y sostuvieron una reunión con Fidel Castro, a quien pidieron la devolución de los restos.
Al parecer Castro había accedido a devolver los restos de Morgan, pero luego de insistentes gestiones hasta el momento no han podido ser retornados, una meta que Olga nunca abandonó.
“Quiero enterrarlo aquí en Toledo, que es adonde pertenece. Cuando lo haya logrado me iré a Florida… Soy sentimental y romántica, y guardo todos los papeles porque quiero preservarlos para mis nietos y bisnietos”, me confesó en medio de las gestiones en marcha, que incluyeron cartas a los presidentes George W, Bush y Barack Obama, y al Papa Francisco.
Entre los papeles estaba un texto de Morgan escrito para ella poco antes de morir: “Cuando te encontré, encontré todo lo que deseaba en el mundo… He escrito a mi madre y le he pedido que ambas se cuiden mutuamente”.
Tenía un especial sentido de la lealtad y del respeto por las ideas que mantuvo hasta el final de sus días. Le mencioné a su antiguo compañero de armas en el II Frente del Escambray, Eloy Gutiérrez Menoyo (1934-2012), quien había regresado entonces a vivir a La Habana e intentaba establecer allí una oficina para su organización. “Eloy fue mi jefe en el Escambray, cumplió prisión en Cuba y yo lo respetaré siempre, aunque no comparta ahora sus ideas y su estrategia de lucha”, fue su respuesta tajante.
En 2012, la historia de Olga y Morgan apareció contada por primera vez en un extenso artículo en The New Yorker, lo que generó amplio interés de productores y directores cinematográficos para realizar una película.
El actor y director George Clooney adquirió los derechos de la historia para producir un filme de ficción, pero el proyecto nunca llegó a consumarse.
Una biografía de Morgan sustentada en los testimonios de Olga, Mitch Weiss, Yankee Comandante: The Untold Story of Courage, Passion and One American’s Fight to Liberate Cuba, de los periodistas investigadores Mitch Weiss y Michael Sallah, se publicó en 2015.
El exprisionero político José A. Gutiérrez-Solana, residente en Nueva Jersey, recuerda la disposición de Olga para sumarse a las actividades de la comunidad cubana exiliada.
“Era una persona muy entusiasta, venía haciendo un esfuerzo, montándose en una guagua desde Ohio para participar en actividades de los cubanos en cualquier parte”, dijo Gutiérrez-Solana. “Su espíritu era admirable”.
Olga contrajo matrimonio en Estados Unidos con un residente de Ohio llamado James Goodwin, quien respaldaba su activismo por la causa cubana. Goodwin falleció el pasado año y ella tomó la decisión de venir a Florida.
Además de sus hijas Loretta, en Florida, y Olga, en Toledo, la sobreviven tres hermanos radicados en Estados Unidos y Canadá, nueve nietos y 13 bisnietos.