Rodando con Rosita Fornés, la “reina de las locas”
El documental biográfico Rosita Fornés: mis tres vidas, del realizador Luis Deulofeu, fue el gran acontecimiento dentro de un programa de homenajes a la vedette cubana Rosita Fornés, organizado este mes en La Habana por sus 73 años de vida artística.
Sin embargo, su director, quien casualmente viajó en esos días a La Habana por motivos familiares, no fue invitado y se enteró de la presentación del filme a través de la internet. El programa también incluyó también el espectáculo Recordando una Rosa, en el Teatro América, con temas antológicos del repertorio de la Fornés.
Deulofeu es autor del testimonio No llores ni tengas miedo… conmigo no te pasará, publicado en el 200o por la editorial Egales, y que aborda el tema del homosexualismo en las tropas cubanas durante la guerra de Angola.
Deulofeu reside actualmente en Madrid y ha querido compartir con los lectores de CaféFuerte algunas anédotas de la filmación con la Fornés hace 15 años.
CON ROSITA FORNES, LA “REINA DE LAS LOCAS”
Por LUIS DEULOFEU
Estaba en La Habana cuando se estrenó oficialmente mi documental Rosita Fornés, mis tres vidas y no me enteré. Se trataba de un homenaje por los 73 años de vida artística de la vedette de Cuba y América, que se abrió con mi documental producido por su yerno, José Antonio Jiménez, en 1996.
Un año significativo por azar y muchas otras razones, pero sobre todo porque gracias a mucha gente buena me convertí sin pretenderlo siquiera en el director que entrevistara y filmara por última vez a la poetisa cubana Dulce María Loynaz y al mismo tiempo en el director que dirigiera el primer intento de documental biográfico nada más y nada menos que a Rosita Fornés. Esto último gracias a su hija Rosa María Medel y al productor, claro. Ellos me eligieron.
Digo intento porque los 57 minutos que duran Rosita Fornés, mis tres vidas son solo el comienzo de una trayectoria difícil de abarcar en toda su grandeza y longitud. Aquellos días de rodaje en casa de la vedette los recuerdo con vívida dulzura y nerviosismo.
Me abría la puerta ¡sin maquillar! Créanlo o no, así fue. Y me lo hacía notar, sin cámara por supuesto, como prueba de lo entregada que estaba al proyecto. Seguía siendo bella. Puedo jurarlo.
Yo no tomaba café y se preocupaba personalmente de que cada mañana tuviera una taza de té. Los lunes recibía mis obsequios pinareños (naranjas, aguacates, mangos…), con verdadero entusiasmo. Me abrió su enorme ropero para que eligiera los trajes a lucir en la secuencia de créditos del comienzo.
Mientras Tony, su peluquero de entonces, la peinaba, ella le decía : “Hala, hala bien duro para que Deulofeu pueda decir que esta mata de pelo que muchos creen peluca, es mía, mía, miaaaa”.
Yo no comía pastas y ella se encargaba personalmente de que en la mesa no faltara mi plato de arroz.
Me abrió sus archivos para que escogiera la foto original de algunas de sus películas o revistas musicales mexicanas, cubanas o españolas para dedicarme la que más me gustara. Lo cumplió. Gracias a ella conocí a la poetisa matancera Carilda Oliver Labra. Por ahí anda una foto mía flanqueado por estas dos mujeres de canto tan diferente.
Rosa, como me refería a ella, me llamaba a veces por la noche al cuarto de montaje preocupada por lo que había soltado por esa boca tan sincera que tiene. Yo la tranquilizaba y le pedía que confiara en mí. Y así lo hizo.
Su susto se debió especialmente a que no sabía como caería su revelación, hecha pública por primera vez, de que dirigentes de la TV y el cine de entonces la despreciaban y ninguneaban llamándola “la reina de las locas”. Luego me dijo: bueno, en cualquier caso es la pura verdad. Yo no miento en nada de lo que he dicho en tu documental.
Felicidades, Rosa, ya desde Madrid, y toda mi gratitud siempre.