62 Serie Nacional de Béisbol: Aplausos a la voluntad en una pelota decaída

Sin restarle méritos al campeón Las Tunas, que fue el mejor equipo de la 62 Serie Nacional de Béisbol, tampoco debemos ocultar que es un conjunto discreto.

62 Serie Nacional de Béisbol: Aplausos a la voluntad en una pelota decaída
Celebración del equipo Las Tunas en el estadio Latinoamericano tras el triunfo frente a Industriales. Foto: Maykel Espinosa Rodríguez/JR

Sin restarle méritos al campeón Las Tunas, que fue el mejor equipo de la 62 Serie Nacional de Béisbol, tampoco debemos ocultar que es un conjunto discreto. Enfrentó en la final al Industriales más débil de su historia, con una carencia grande en su cuerpo de lanzadores. Después de perder a  Maikel Taylor, Andy Vargas y Pavel Hernández, solo se quedó con un abridor verdadero: Raymond Figueredo.

El resto son lanzadores jovencitos, de los cuales Rafael Perdomo hizo proezas, pero ya en semifinales y final no podía. Los relevistas Frank Ernesto Herrera y Juan Xavier Peñalver tenían que cubrir tres o cuatro innings casi a diario. Entre Figueredo, Herrera y Peñalver tenían que luchar, esperando el milagro de alguno otro que a veces se producía.

Algo que apenas se ha mencionado es que esa bola muerta con que se jugó fue factor decisivo en esta serie. Con una pelota de verdad y no esa bola de trapo, los resultados hubieran sido otros. Tal vez -es solo un apunte- a los lanzadores tuneros les ayudó esa bola muerta.

Pitcheo sin velocidad

Esos lanzadores apenas rebasan las 80 mph. Alejandro Meneses, el primer abridor, ni siquiera llega a 80. Se vio en el último juego. (En varios juegos la TV no puso la velocidad de los pitcheos). Pero tampoco tienen buenas curvas o sliders pronunciadas. Solo dan strike con lanzamientos sobre las 72-75 mph, algún cambio (imagínense cambio a esa velocidad) y mueven la bola. Nada más. Si ese es un buen cuerpo de pitcheo como no se cansaban de decir los comentaristas…

Las Tunas, eso sí, se vio en mejor forma deportiva. Hay que darle mucho crédito a su preparación física. Al contrario de Industriales y Matanzas.

De Las Tunas, me quedo con los jugadores jóvenes y, claro, con Roberto Baldoquín. Pero los hermanos Alarcón siguen con las mismas carencias de siempre en la selección de lanzamientos, y a Danel Castro le queda la experiencia, el instinto, la sabiduría acumulada. En su turno más importante, cuando impulsó empate y ventaja, solo empujó la bola y tuvo la suerte que cayó detrás de segunda, una chiringuita, pero ante Figueredo no pudo batear. En ese juego, que Industriales debió ganar si Guillermo Carmona no se hubiera equivocado y hubiera traído para abrir el séptimo a Herrera y no a Perdomo, el director de Las Tunas hizo una jugada pésima: mandó a tocar al segundo bate con un out. Sin embargo le salió bien, porque Danel, in extremis, bateó la chiringuita.

Debe anotarse, además, que en ese inning, Héctor Castillo estaba ponchado y el árbitro no le cantó el tercer strike. Era un inning para cero. Era un juego para Industriales, que hubiera venido al Latinoamericano empatado. ¿Que no hubieran cambiado las cosas? Nunca se sabe. El estado de ànimo hubiera sido distinto para ambos.

Condiciones extremas

Por nómina, Matanzas parecía el mejor equipo de la postemporada, aun cuando deben pensar en renovarse. Pero Arruebarruena y Mujica estaban totalmente fuera de forma, y ellos son esenciales en la ofensiva. Otro problema que arrastra Matanzas es su director, Armando Ferrer, torpe en trazar las estrategias sobre el terreno.

No debe desestimarse, porque es algo medular, el cansancio que deben haber arrastrado esos jugadores en un torneo implacable, jugado bajo temperaturas extremas, con alimentación deficiente, moviéndose en guaguas, luchando con miles de carencias y contratiempos. Por eso hay que resaltar la preparación física de los tuneros. Y hay que aplaudir la voluntad de todos esos peloteros, todos, por jugar en esas condiciones, por amor al béisbol más que otra cosa.

Por supuesto que uno se alegra de ver a la gente acudir en masa a los estadios, porque da la medida de que el béisbol sigue vivo en la isla, aunque las autoridades deportivas llevan años tratando de destruirlo. Pero no nos engañemos, tenemos la liga más floja del Caribe. La Serie Nacional tiene un nivel muy bajo.

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