Testimonio: La Red Avispa, el FBI y un restaurante de Hialeah

Testimonio: La Red Avispa, el FBI y un restaurante de Hialeah Tras su llegada a Estados Unidos, el profesor Edgerton I. Levy -entrenado como el agente Ariel en Cuba- contactó a los agentes del FBI antes de restablecer cualquier vínculo con la inteligencia cubana.

El simulacro de salida ilegal de Cuba había resultado una verdadera odisea. La misión encomendada era a largo plazo y comprendía una recomendación que Levy no pudo escuchar sin sentir un estremecimiento interior: debía ver a su hijo Daniel como un posible continuador de las labores de sus padres en territorio estadounidense.

Levy, su esposa Ivette Bermello y Daniel fueron acogidos como balseros en el Hogar de Tránsito de Cayo Hueso el 24 de junio de 1993 y entrevistados por los medios locales, incluyendo un equipo de Radio Martí. Cumplido el primer paso, desde ese momento la preocupación primordial del matrimonio fue hallar la mejor alternativa para contactar a las autoridades estadounidenses y ponerlas al tanto de la real encomienda que los había traído desde La Habana a Miami.

En esta cuarta y última entrega de su testimonio, Levy nos revela los pasos que lo llevaron a primer contacto con el FBI y a propiciar el control de la Red Avispa prácticamente desde su asentamiento en territorio del sur de la Florida. Curiosamente, todo parece haber comenzado en un popular restaurante de Hialeah.

Este relato y los anteriores de la serie publicada en CaféFuerte forman parte de un libro testimonial que Levy tiene actualmente en preparación.

RESTABLECIENDO EL CONTACTO

Por Edgerton Levy

Una vez que culminó el proceso que oficializó nuestra estancia en los Estados Unidos, nos llevaron al Hogar de Tránsito para los Refugiados Cubanos -popularmente conocida como la Casa del Balsero-, donde ya se encontraba esperándonos un equipo de Radio Martí que nos hizo una breve entrevista. A la mañana siguiente, Arturo Cobo, coordinador del Hogar de Tránsito, citó a un reportero del Canal 7 (WSVN-TV) para que nos hiciera otra entrevista, que fue ese día televisada, reportando nuestro arribo a tierras de libertad. Estas entrevistas y una pequeña nota aparecida en El Nuevo Herald dos días después, el 26 de Junio de 1993, fue toda la cobertura que tuvimos.

No haber contribuido a desarrollar un show mediático, como nos habían ordenado que hiciéramos a nuestro arribo, fue el primer gran incumplimiento de las órdenes que traíamos. La idea consistía -según nos fue planteada- en que el exilio acogiera con bombos y platillos a dos ex oficiales de las Fuerzas Armadas, dos ex profesores universitarios y dos ex militantes del Partido Comunista, quienes habían decidido abandonar la isla en desacuerdo con el régimen. Ello presuponía, por experiencias anteriores acumuladas, que se nos abrieran las puertas para encaminarnos al logro de los objetivos que inicialmente nos habían ordenado penetrar: la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), Cuba Independiente y Democrática (CID) y el Partido Unidad Nacional Democrática (PUND).

Testimonio: La Red Avispa, el FBI y un restaurante de Hialeah Evitar que nuestro arribo tuviera trascendencia, nos permitió eludir vincularnos a actividad política alguna. Estábamos en un terreno totalmente desconocido para nosotros, en el que debíamos primero orientarnos para no dar pasos en falso. Mantenernos alejados de toda actividad política, sería una constante a partir de este momento y así nos propusimos que fuera mientras pudiéramos obviarlo, pues  sabíamos que al menos durante los próximos seis meses, no se restablecería el contacto con la Inteligencia cubana operando en territorio americano. Por lo que había un margen suficientemente amplio como para buscar una salida a la situación poco común en que nos encontrábamos y hallar la mejor forma de revelarle nuestra “misión” a las autoridades americanas.

Conjuntamente con la preocupación inicial que todo inmigrante tiene de resolver un techo y trabajo para poder mantener a la familia, tuvimos que enfrentar además, un reto adicional: ¿cómo deshacernos de los lazos que nos ataban al régimen cubano? De haber tenido que responder por nosotros solamente, todo hubiera sido mucho más sencillo. Nos hubiéramos desvinculado de esta actividad y ahí acababa todo. Pero en Cuba habían quedado nuestros hijos de matrimonios anteriores y teníamos que evitar que ellos pagaran las consecuencias de nuestra decisión. Temíamos que si se hacía obvio que nos desentendíamos de las misiones encargadas dentro del exilio, ellos hubieran podido utilizar a nuestros hijos para extorsionarnos y obligarnos a proceder acorde a sus intereses. Estábamos obligados a hallar una solución que nos permitiera sobrellevar la situación, o sea, aparentar que al menos estábamos intentando cumplir las tareas que nos habían sido asignadas, hasta tanto lográramos sacar a nuestros hijos de la isla. La dimensión de la tarea a enfrentar, hizo que nuestros primeros meses en Estados Unidos fueran en exceso angustiosos, además de lo difícil que habitualmente resultan para todo inmigrante.

Mi esposa y yo estuvimos durante largas horas intercambiando opiniones y evaluando diferentes alternativas. Desde Cuba, sabíamos que no íbamos a hacer nada en contra del exilio ni de este país, pero no teníamos idea de cómo salir de la situación en que nos encontrábamos. Sólo estábamos seguros de que teníamos que poner en conocimiento de las autoridades americanas las intenciones que la Dirección de Inteligencia (DI) tenía y cuál era nuestra posición al respecto. Y teníamos que hacerlo antes de restablecer el contacto con La Habana. El problema radicaba en cómo hacerlo, sin que trascendiera.

Testimonio: La Red Avispa, el FBI y un restaurante de Hialeah Por suerte, del propio desarrollo de nuestras actividades cotidianas brotó la solución. Yo había comenzado a trabajar en The Four Ambassadors, un gigantesco condominio situado al final de la céntrica Calle Ocho, en la zona de Brickell, compuesto por cuatro edificios de más de 20 pisos cada uno, unidos por un lobby común.  Tener en mis manos el control de las tarjetas que mediante un sistema computadorizado daban acceso a cada uno de los edificios y al garaje que ocupaba todo el sótano del complejo, fue lo que me permitió encontrar una vía segura para salir de la encrucijada en que nos encontrábamos.

Sucedió que en varias oportunidades la gerencia del condominio me pidió que permitiera a oficiales del FBI enviados a mi oficina, acceder a los listados de entradas y salidas que diariamente se computaban. Las razones -valga de paso decir- nunca me las dijeron, ni yo las pregunté. Al reiterarse estas visitas, me fue posible establecer una relación directa con uno de estos oficiales, en un marco absolutamente privado y ajeno a cualquier tipo de sospechas, ya que esta actividad era realizada dentro de mi oficina a puerta cerrada y sin acceso al público que habitualmente concurría. Cuando consideré oportuno el momento, le expresé a este oficial, que tenía informaciones de importancia que deseaba poner en conocimiento de quienes trabajaran en la sección de contrainteligencia relacionada con Cuba. El oficial prometió ponerme en contacto con alguien en posibilidad de canalizar mis inquietudes e informaciones y se quedó con el número de mi beeper, que era entonces la forma más directa de comunicación que existía. Sólo le pedí que no deseaba hablar con ningún oficial de origen cubano o latinoamericano, lo cual entendió.

Algunos días después de haber tenido la conversación con el oficial del FBI, en el beeper me pusieron un número de teléfono. Al llamar, me indicaron que debía ir a una determinada cabina telefónica, en una fecha y a una hora específica, a la caída de la tarde, donde debía esperar una llamada. Ese día, salí con tiempo suficiente para contra-chequearme durante el recorrido y al contestar el teléfono, en el lugar y hora establecida, me dijeron qué camino tenía que estrictamente seguir para dirigirme desde donde me encontraba, hasta llegar al restaurante Denny’s, ubicado en la 49 Calle y la 10 Avenida, en Hialeah. Al llegar, ya me estaban esperando dos oficiales del FBI, quienes inmediatamente me identificaron y me invitaron a comer algo.

Testimonio: La Red Avispa, el FBI y un restaurante de Hialeah La reunión transcurrió de forma muy cordial y sosegada. Los dos oficiales con quienes me reuní, trataron en todo momento que yo me sintiera lo más confortable y relajado posible. Escucharon siempre atentamente, sin ejercer ningún tipo de presión ni hacer cuestionamientos. Preguntaron, cuando lo consideraron prudente o necesario, y se limitaron a tener una idea lo más general y abarcadora posible, de los planteamientos que hice. En esencia, expresé cuales eran las intenciones de la Dirección de Inteligencia al prepararnos y viabilizar nuestra salida hacia los Estados Unidos, dejando en claro cuales fueron las verdaderas razones por las que, tanto mi esposa como yo, decidimos aprovechar esta oportunidad para irnos de Cuba.

Les expliqué que nuestros hijos de matrimonios anteriores quedaron en la isla y que por ello estábamos obligados a mantener nuestras relaciones con la Dirección de Inteligencia y sobrellevar la situación, hasta tanto lográramos sacarlos. La ayuda de ellos en la medida de lo que fuera posible para viabilizar la salida de nuestros hijos de la isla, era lo único que pedíamos a cambio de nuestra total y completa colaboración. Reiteré, además, mi deseo de no tener relación con ningún oficial de origen cubano o latinoamericano. Quedamos en que oportunamente se pondrían de nuevo en contacto conmigo.

No pasaron muchos días cuando se repitió más o menos el mismo proceso anterior para ponernos nuevamente en contacto en persona. Ahora, el camino a recorrer desde la cabina telefónica fue mucho más largo, pues estando en Hialeah tuve que ir hasta la I-95 rumbo Norte hasta Pines Boulevard y al Oeste hasta el “C.B. Smith Park”, en la confluencia con Flamingo Road, en el condado de Broward. En esta oportunidad, me reuní con los oficiales que a partir de este momento nos atenderían. Ahora, en un ambiente campestre, al aire libre, bajo una frondosa arboleda, coordinamos de forma muy general la manera en que a partir de este momento íbamos a trabajar, cómo comunicarnos y cómo los mantendríamos al tanto del proceso mediante el cual restableceríamos el contacto y nuestra posterior labor con la inteligencia cubana.

A esta reunión inicial siguieron otras, algunas con la participación de mi esposa, donde en esencia conocieron de nuestras vidas en Cuba y del proceso de entrenamiento y salida hacia Estados Unidos. De esta forma, quedó establecido el nexo con las autoridades americanas, mucho antes de que fuera restablecido nuestro contacto con La Habana. Y a partir de entonces absolutamente nada, quedaría fuera del conocimiento de los oficiales del FBI con quienes nos mantuvimos en estrecha colaboración, hasta el desenlace final de esta historia.

De la misma serie:

Red Avispa: las misiones que no deben olvidarse

De cómo fui captado para integrar la Red Avispa

El agente Ariel a prueba de sicólogos

Mi salida ilegal con supervisión de oficiales cubanos

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