La increíble y olvidada historia de la Cuenca Lechera de Camagüey
La chapucería, el descontrol y la falta de previsión en la ganadería cubana están a la orden del día desde hace mucho tiempo. El diario Granma se ha dado cuenta ahora. Pero si los problemas fueran solamente en el sector ganadero, la situación no fuera tan grave.
La crisis corroe todas y cada una de las esferas de la producción agropecuaria en Cuba.
La pasada semana un reportaje en el periódico oficialista sonó la alarma sobre la debacle ganadera a partir de la pobre campaña lechera que se desarrolla actualmente en Camagüey. Pero en realidad habría que hacerse otras preguntas sobre este tema. ¿Por qué los reporteros de Granma no se llenaron de valor y recorrieron una por una todas las instalaciones vacunas, indagaron, hablaron con sus trabajadores, los visitaron en sus casas o en sus puestos de trabajo a la hora del ordeño? ¿Por qué el reportaje no se fue un poco más allá para conocer cómo comen, en qué cama duermen, cómo son sus casas, cómo resuelven los zapatos de sus hijos y sus esposas, cuáles son las herramientas y útiles que tienen para realizar su labor?
Pongamos el ejemplo del municipio Sibanicú, en la provincia camagüeyana, con una población actual de alrededor de 33,000 habitantes. Antes del 1959 la población rondaba las 15,000 personas. Sus principales fuentes de empleo son la ganadería y la industria azucarera, antes y después del triunfo de la revolución castrista. En este momento ambas industrias acumulan una crisis que las ha convertido de flamantes empresas en ruinas y desacierto.
Poco después de fundada la villa de Santa María del Puerto del Príncipe, hoy Camagüey, comenzaron a desarrollarse en esa zona la ganadería y la industria azucarera. Las praderas y aéreas cultivables reverdecían con el pasto seleccionado para la, cría, ceba y producción de leche. Con ellas se fueron incrementado las instalaciones para la cría de ganado, que con su originalidad y colorido resaltaba la belleza de nuestros campos.
Hoy, después de 50 años de desvastación económica, solo reverdecen en nuestros campos el marabú y otras plantas leñosas indeseables que año tras año le roban espacios a los pastos y abastos de agua. Por lo que mueren anualmente miles de animales de hambre y sed, como si se tratara de una cría en pleno desierto.
Una historia olvidada
Con la ayuda del Fondo de Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) se desarrolló en Cuba un fuerte proceso inversionista en la rama pecuaria, con vista a incrementar sustancialmente la producción de leche. Se abrieron numerosos frentes constructivos en municipios de la provincia de Camagüey, el de mayor peso en Sibanicú, donde yo me desempeñaba en aquel entonces como administrador de la sucursal eléctrica del municipio.
Para que se tenga una idea de la magnitud de ese proceso inversionista, diré que como empresa construimos más de 100 kilómetros de redes eléctricas para llevar la electricidad a más de 100 instalaciones vacunas: bombeo de agua para acueducto, electrificación de varias comunidades como El Oriente Rebelde, Villa Feliz (antes Villa Miseria), La Potencia, El Junquito, El Zanjón, y otras más. Solo en el municipio Sibanicú, porque el proyecto abarcaba tres municipios en la provincia de Camagüey y otro en la Tunas.
Por la envergadura de estas obras y los altos rendimientos lecheros que se esperaban se le llamo la Cuenca Lechera. Eran cientos de unidades vacunas acompañadas de vías de acceso, comunidades, una fábrica de queso, laboratorios veterinarios, en fin, todo un complejo de instalaciones que le darían vida al proyecto.
Para garantizar este enorme proceso de construcción se le designó como “obra de choque”, bajo la orientación y supervisión de Fidel Castro. Los ministros y altos funcionarios de ministerios cuyas empresas estaban envueltas de una forma u otra en el proyecto viajaban todas las semanas al lugar para darle continuidad y chequear las obras sobre la marcha. Los visitantes hacían primeramente un recorrido por las áreas en construcción y luego se dirigían a un salón de reuniones con la presencia de los secretarios del Partido Comunista (PCC) de la provincia y del municipio, así como de los constructores.
Y entonces llegó el Comandante
El Comandante le había puesto como fecha de cumplimiento a esta colosal obra el 26 de julio de 1987. La inauguración se produjo con la participación de Castro. El día 25 de julio de 1987 el propio Castro realizó un recorrido por gran parte de las instalaciones; yo estaba presente en la fábrica de queso cuando él llegó allí.
Cabe decir que antes del triunfo de la revolución las tierras destinadas a la Cuenca Lechera fueron propiedades de colonos cubanos. En ellas se desarrolló una fructífera cría de ganado vacuno, tanto para la producción de leche como para la de carne. Las áreas de pasto estaban perfectamente cuidadas y protegidas de plantas dañinas como el marabú. Se seleccionaba la raza de ganado de manera muy exigente, según el interés comercial.
Con el tiempo, las hermosas instalaciones que adornaban nuestros campos fueron desmanteladas y canibalizadas. La cultura ganadera se fue perdiendo. Las razas finas que protegían celosamente los ganaderos cubanos se fueron mezclando. Hoy pocas instalaciones vacunas conservan la raza, mezclándose indiscriminadamente unas con otras. A la vez, el gobierno fue creando otras razas con el cruce y recruce de ganado, buscando una que diera más producción de leche, pero que resultó poco resistente al trato en las distintas instalaciones pecuarias.
Entonces empezaron los delirios de la Cuenca Lechera. Todas las empresas constructoras tenían técnicas nuevas, desde el transporte hasta la maquinaria. Los objetos de obra eran las instalaciones vacunas -alrededor de 100- y la ampliación de la comunidad “Patricio Lumumba”, con varias edificaciones de cinco pisos. La construcción de edificios en la comunidad El Oriente Rebelde se realizó también con la misma tecnología. Se comenzó la construcción de dos fabricas de sacharina en ingenios azucareros de la zona. Pero ninguna se terminó a pesar de haberse adelantado la construcción civil a un enorme costo.
La sacharina producida se utilizaría para el alimento del ganado. También con el objetivo de fabricar alimento para el ganado se construyeron los llamados platos de Jicabú, que funcionaron solo por unos meses, pues el producto final no se correspondió con los cálculos hechos para obtener alimentos con alto valor proteico a partir del bagazo de la caña de azúcar. Se suponía que este producto alcanzaría un alto nivel proteico mezclándolo con sal urea y miel de pulga, cosa esta que no resultó a la hora de ponerlo en práctica. Los valores nutricionales eran pobres y la idea desapareció tan pronto surgió.
De estos platos de Jicabú todavía quedan algunos vestigios, como placas de asfalto en medio de un potrero. Para la fabricación de edificios, vaquerías puentes, carreteras, terraplenes, líneas de alto voltaje y subestaciones eléctricas, se construyó una fábrica de estructuras de cemento con tecnología soviética para levantar los paneles y las columnas.
Se construyó además una fábrica con capacidad de procesar diariamente más de 100 mil litros de leche y producir 19 variedades de queso, yogur y mantequilla, en lo que sería todo un gigante de los productos lácteos en el país. Esta industria nunca llegó a procesar ni siquiera la mitad de la capacidad para la que fue instalada.
En carretera, se empezó a construir el cuarto quinto y sexto anillos, además de alrededor de 100 kilómetros de terraplenes que daban acceso a las instalaciones vacunas.
Para esta monumental obra se utilizaron tecnología y mano de obra de empresas constructoras de todo el país. Se inauguraron los poblados de Oriente Rebelde y Villa Feliz, y la mayor parte de las instalaciones vacunas, con sus potreros para pastos y locales para ordeño mecánico, aunque muchas de ellas nunca llegaron a acoger ganado en sus áreas.
Los platos vacíos de Jicabú
En conclusión, se construyeron tres comunidades, alrededor de 100 instalaciones vacunas, varios kilómetros de carreteras terraplenes, tres subestaciones eléctricas y alrededor de 100 kilómetros de líneas de alto voltaje; se instalaron más de 200 transformadores eléctricos; se comenzó la construcción de dos fábricas de zacharina, cuatro platos de Jicabú, una fábrica de queso y una fábrica Gran Panel para construir estructuras de hormigón.
La más insólita de las edificaciones fue una fábrica de hielo, ubicada en un sitio donde no había agua y había que transportarla en pipas. Como las demás construcciones, esta fábrica duró poco tiempo por razones comprensibles.
Aclaro que esto es sólo un bosquejo de la magnitud de la inversión. La mayoría de estas instalaciones vacunas nunca se llegaron a poner en explotación. Con el paso de los años fueron cediendo ante el embate de lugareños que desmontaron sus estructuras, techos, vigas de acero y hormigón, con el propósito de utilizarlas en las construcciones de sus casas. Puede afirmarse que los componentes de estas construcciones pasaron a engrosar las ventas del mercado negro a lo largo del país durante años.
En la actualidad, en Sibanicú solo queda el recuerdo de las largas horas de trabajo y alguna que otra pieza de esas construcciones que pasaron a formar parte de viviendas particulares. Las áreas de pasto de las instalaciones vacunas están actualmente cubiertas de marabú. La fábrica de sacharina del ingenio Siboney nunca se puso en explotación y ya no existe. La fábrica de sacharina del central Mola nunca funcionó y también fue demolida junto con la industria: hoy solo queda la torre del central azucarero. De los platos de Jicabú solo queda la mancha de asfalto en medio de un potrero cubierto de marabú.
Las carreteras del cuarto quinto y sexto anillos se han convertido en terraplén, llenos de desvíos y baches. Los terraplenes de acceso a las vaquerías están cubiertos de marabú o en mal estado. La fábrica de hielo desapareció. La enorme fábrica de queso sigue en pie, solo que funciona al 30 por ciento de su capacidad. La planta de fabricación de estructuras de hormigón también está en la lista de lo que el viento se llevó.
Actualmente, cuando llega el periodo de sequía mueren de hambre y sed miles de cabezas de ganado vacuno. Las pocas instalaciones de ordeño que quedan allí -la mayoría con ordeño a mano- tienen un rendimiento de leche por vaca que no alcanza como promedio los cinco litros y en muchas de ellas apenas llega a los tres litros.
La magna obra revolucionaria, millones de dólares en maquinarias y otros recursos, están sepultados hoy por el marabú y la indolencia.
Destrucción de la masa ganadera
¿Por qué disminuye de forma considerable la población ganadera en Cuba? Con el triunfo de la revolución, Castro intervino y estatalizó todas las producciones, incluyendo las grandes haciendas ganaderas con una rica tradición en la cría de ceba y producción de leche. En 1959 el país contaba con siete millones de cabezas de ganado vacuno, más ganado que habitantes.
¿Qué factores intervienen en la destrucción drástica a de la masa ganadera? La falta de estímulo a propietarios -estatales o privados- fue la causa fundamental. Leyes como la penalización del sacrificio y el control absoluto del estado sobre el destino de las producciones vacunas y los bajos precios de éstas desestimularon a los productores a tal extremo que tener ganado pasó de ser un negocio sustentable a un compromiso indeseable.
Con el tiempo empezaron a desaparecer los potreros con cercas naturales que le proporcionaban sombra y comida a los animales. Se impusieron las cercas de poste de cemento y marabú, y en muchos casos se talaban los árboles que ofrecían sombra a los animales.
También fueron desapareciendo los silos o almacenes de comida natural para los animales en tiempo de seca, y los molinos de agua con sus bebederos y pequeñas represas. Todo esto fue dando lugar a la supuesta nueva tecnología procedente de países como la antigua Unión Soviética, región con una cultura ganadera totalmente diferente a la nuestra.
El desestímulo a los productores descarriló las proyecciones o estrategias de trabajo en la cría, desarrollo y ventas de carne y leche. Los campesinos terminaron por ver el ganado como un compromiso ajeno, no como su propio negocio. Era preferible vender o utilizar la leche para beneficio propio en lugar de entregársela al Estado, que ofrecía precios magros en comparación con los que el propio Estado pagaba para adquirirla en el mercado internacional.
Morir de sed teniendo tanta agua
Además, los campesinos tenían que acudir al mercado negro para poder obtener los insumos necesarios, desde como vasijas para la leche hasta sogas y machetes. También se les amenazó con multas por mantener las tierras infestadas con marabú u otras plantas indeseables, con el riesgo de la confiscación de sus tierras, al tiempo que se les prohibía contratar a obreros para el cuidado y mantenimiento de las fincas. La mayoría de los pequeños agricultores tienen una edad avanzada y se les hacía muy difícil mantener ellos solos el cuidado de las tierras.
Los precios que el Estado pagaba por la carne y la leche no se correspondían con los sacrificios, trabajos y riesgos que implicaba la cría de ganado vacuno. Leyes como la penalización del sacrificio de ganado mayor, y las multas y sanciones de los productores por las pérdidas por robo influyeron en estos años de manera determinante en la caída brusca de la producción ganadera en Cuba.
La era de Raúl Castro ha traído algunas mejoras a la situación de los productores ganaderos, con el otorgamiento de un valor más real a sus producciones y la venta de insumos para las labores agrícolas. Pero no es suficiente para levantar el cadáver del sector ganadero. Todavía queda mucho por hacer, empezando por eliminar la ley que prohíbe el sacrificio de ganado y la venta de carne y leche de forma directa por parte de los productores.
En el ámbito estatal la cadena de errores y horrores va desde el mal manejo del rebaño hasta el criminal abuso con los animales. Miles de animales mueren cada año de hambre y sed de forma injustificada en un país donde las bondades del clima y de sus tierras permiten minimizar esas muertes al máximo con sólo un poco de voluntad. Es un acto criminal que en cualquier otro país sería sancionado. Muchos animales mueren de sed en el potrero junto a un pozo lleno de agua que no cuenta con una soga, turbina o molino de viento. En algunos casos existen los recursos, pero no se reparan por falta de interés.
Conocí personalmente el caso de vaquerías que tenían un pozo lleno de agua y bebederos ubicados en el potrero, uno al lado del otro, pero al no contar con los recursos para extraer el agua procedían a llenar los bebederos con pipas tiradas por un tractor desde varios kilómetros de distancia. Cosas del manicomio económico socialista: “Cójame a ese perro mocho por el rabo”, como decía mi abuelo.
* Caleb Vega fue jefe económico del central “Alfredo Álvarez Mola”, en Sibanicú, Camagüey, y testigo excepcional de la debacle ocurrida en la industria azucarera y la Cuenca Lechera. Laboró en el sector por más de 15 años y salió de Cuba en octubre del 2007. Actualmente reside en Miami.