Editorial de The Washington Post: “Cuba debe liberar a Alan Gross”

Editorial de The Washington Post: Una semana después de escuchar la apelación del contratista estadounidense Alan P. Gross, el Tribunal Supremo Popular de Cuba no ha pronunciado el veredicto sobre el caso, aunque dijo entonces que lo daría a conocer “en los próximos días”.

La espera de la sentencia sobre Gross, de 62 años, comienza a impacientar a sectores de la sociedad estadounidense que confiaban en su pronto regreso a casa. Su caso es el más enconado tema que enfrentan las relaciones de Cuba y Estados Unidos en medio de señales encontradas entre fuerzas del Congreso y la Casa Blanca.

Aunque se consideró que tras la apelación, su libertad podría producirse en cualquier momento por razones humanitarias, la reciente decisión del senador John Kerry de levantar su oposición para el otorgamiento de $20 millones en favor de la democratización de Cuba pudiera retrasar o entorpeder el proceso.

CaféFuerte reproduce a continuación el editorial publicado hoy en The Washington Post sobre el caso de Gross, c0nvertido en peón de la estrategia política de La Habana.

Cuba debe liberar a Alan Gross

Alan P. Gross, el subcontratista de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) que cometió lo que Cuba considera el delito inconcebible de poner la internet a disposición de los miembros de su minúscula comunidad judía, ha agotado casi los posibles recursos judiciales  para apelar su condena de prisión de 15 años.

Gross, de 62 años, residente de Potomac, fue arrestado en diciembre de 2009 mientras se preparaba para volar a casa desde La Habana. Declarado culpable de acusaciones falsas en marzo de este año, se presentó hace unos días ante el máximo tribunal de Cuba para apelar su condena y abogar por la liberación. El resultado de su apelación, que se espera en los próximos días, seguramente será dictado de una manera u otra por el líder cubano Raúl Castro -y será una señal de si Cuba está remotamente interesada o no en mejorar las relaciones con Washington.

Cuba, además de su represivo aliado Venezuela, es prácticamente el único lugar en el hemisferio occidental donde la distribución de computadoras portátiles y equipos de telefonía por satélite destinados a conectar a la gente a internet -el supuesto “crimen” del señor Gross- podría ser interpretado como subversivo. El régimen de La Habana es tan frágil y chirriante que palidece ante la idea de que sus súbditos puedan comunicarse  al mundo exterior con demasiada libertad y sovacar el sistema comunista, cuyos intentos de desarrollo económico han obtenido escasos resultados.

Hay un montón de razones humanitarias para la liberación del señor Gross, quien ha estado confinado durante 19 meses. Un poco pasado de peso cuando fue detenido, el señor Gross ha perdido 100 libras, de acuerdo con su esposa y otros visitantes estadounidenses que han sido autorizados a reunirse con él; también sufre de gota, úlceras y artritis. Su hija está luchando contra el cáncer y su madre fue reportada en delicado estado de salud.

Las autoridades cubanas han descrito al señor Gross como un espía que participaba en una empresa dirigida a socavar al régimen. Lo que parece improbable en extremo. De hecho, el señor Gross, un veterano trabajador por el desarrollo con un dominio mínimo del español, era parte de un proyecto de democratización  que el gobierno de Estados Unidos ejecuta en países de todo el mundo.

En el momento de su detención, el señor Gross estaba trabajando para Development Alternatives Inc., una firma de Bethesda que había ganado un contrato del gobierno por $6 millones de dólares para promover la democracia en Cuba. Su trabajo consistía principalmente en proporcionar computadoras y teléfonos satelitales para que los judíos cubanos, una comunidad cercana a las 1,500 personas, pudieran acceder a internet, cuyo uso está restringido en Cuba, y ponerse en contacto con las comunidades judías más allá de los límites territoriales de Cuba. No es precisamente un proyecto de capa y espada para poner de rodillas a los hermanos Castro.

El gobierno de Obama ha dejado claro que cualquier mejoramiento de las relaciones con Cuba depende de la liberación del señor Gross. Esa es una respuesta adecuada a la conducta instintiva del régimen comunista a la persecución de un estadounidense cuyo “crimen”, si alguno hay en su caso, pudiera haber sido un exceso de ingenuidad.

Texto del editorial en inglés aquí

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