Mitos y realidad del cable submarino entre Venezuela y Cuba

Por Ing. JOSE REMON*

La instalación de un cable submarino de fibra óptica entre Venezuela y Cuba ha desatado múltiples especulaciones en el terreno de las comunicaciones entre ambos países y en el ámbito regional.  Pero, ¿hasta dónde podemos alimentar las expectativas? ¿Cuánto hay de realidad y cuánto de mito en esta operación?

Basándome en mi propia experiencia, conocimientos y participación en el campo de las comunicaciones a lo largo de 25 años, quiero exponer algunos hechos y realidades que nos ayudarán a derribar unos cuantos mitos, alimentados por funcionarios gubernamentales, empresarios capciosos  y artículos periodísticos desorientados.

Premisa del embargo: telecomunicaciones abiertas

Desde el inicio del embargo estadounidense a Cuba, dos temas quedaron siempre abiertos y sujetos a negociaciones bilaterales: las telecomunicaciones y el correo postal.

Por años existió un cable operado por ITT/CUBARADIO que brindó los enlaces necesarios entre Cuba y Estados Unidos. Ese cable tenía como soporte de reserva el famoso enlace tropósferico Guanabo-Miami.

Esas facilidades instaladas en 1951 fueron el eje central de las telecomunicaciones de Cuba hasta su total desactivación el 23 de agosto de 1992 a raíz del huracán Andrew.

El papel de las compañías norteamericanas

Los alabarderos del ALBA-1 (así han denominado a este cable submarino)  pregonan la independencia que traerá su instalación para Cuba. Sin embargo, es importante resaltar que durante los últimos 51 años fueron compañías norteamericanas las que se encargaron de conducir del 90 por ciento del tráfico telefónico de Cuba hacia el exterior.

Por ejemplo, desde 1975 -fecha en la que se firmó un acuerdo entre el gobierno cubano y la compañía MCI- el 85 por ciento del servicio Télex, utilizado exclusivamente por las empresas y entidades estatales cubanas, ha sido enrutado a través de esta corporación norteamericana.

Otro hecho: los servicios meteorológicos de Cuba se conectan por circuitos especiales al Centro Regional de Meteorología en Washington DC desde 1973.

Y más: el primer circuito digital de 64 kbits fue contratado con la compañía norteamericana Sprint en 1994 para dar servicios de SITA (Sociedad Internacinal de Tráfico Aéreo) en La Habana.

Una independencia retórica

Inmediatamente después de la modernización de las centrales internacionales cubanas en 1991, y basándose en las nuevas avenidas que dejaba abiertas la recién aprobada Ley Torricelli, en 1992, las cinco primeras compañías de Estados Unidos conectaron sus facilidades con Cuba por medio de satélite y los volúmenes de tráfico telefónico se multiplicaron diez veces más. Hasta la fecha, dichas compañías siguen  manteniendo el primer lugar en volumen de tráfico, circuitos e ingresos.

Es oportuno destacar que se calculan en $1,200 millones de dólares los ingresos obtenidos por la estatal cubano-italiana ETECSA solo por concepto del tráfico con Estados Unidos en los últimos 15 años.

El  más reciente reporte de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) indica que 54 millones de llamadas telefónicas le reportaron ingresos por $200 millones de dólares durante el 2008.

Creo que estos elementos sobran para esclarecer que la dependencia no desaparecerá con el nuevo cable, pues el tráfico con Estados Unidos se mantendrá, teniendo en cuenta la relación familiar de más un millón de exilados con su tierra de origen.

Nadie pierde oportunidades

Otro mito que se desvanece con estos datos es la pérdida de oportunidades para las empresas norteamericanas, pues las mismas están muy presentes y activas en el negocio a pesar de no tener presencia física en la isla. La pasada semana, un artículo de Bloomberg -reproducido por El Nuevo Herald- llegó incluso a hablar de una supuesta marginación sufrida por AT&T y Verizon Communications del mercado de telecomunicaciones abierto en la isla.

La mayor limitante en la actualidad para mejorar las relaciones en este campo lo constituye el impuesto de $0.25USD/min que el gobierno cubano cobra desde 1999 a las llamadas que se originan en Estados Unidos con destino a la isla y viceversa, hecho atípico en las telecomunicaciones mundiales.

A ello se añade la imposición del pago en divisas por parte de ciudadanos cubanos para sus llamadas internacionales (Cuba tiene uno de los peores índices de discado directo automático del mundo). Fue a principios de 1992 que se acordó la tasa de pago de $1.20 USD/min con una distribución al 50 por ciento para cada participante. Esta elevada y desactualizada tarifa está aún vigente ante la negativa de Cuba de renegociar su reducción.

Por otra parte, la capacidad máxima del cable entre Cuba y Venezuela es mucho más que suficiente para albergar enormes tráficos de datos e Internet, pero las redes cubanas no pueden soportar de inmediato tales volúmenes y se necesita un elevado nivel de inversiones para llevar este servicio a la ciudadanía.

Además, existen declaraciones precisas de altos funcionarios cubanos que enfatizan el carácter “social” (léase controlado) que se pretende ofrecer con estas nuevas instalaciones, por ello, los supuestos millones de llamadas y el elevado acceso a Internet que algunos pronostican se producirán con la instalación de este cable no son más que otro mito.

Ventajas calibradas

Entre las ventajas reales que sí podría traer el cable para las comunicaciones entre Cuba y Venezuela está la gran capacidad máxima (640 Gbits, proyectada en un plazo de 20 años).

Otros beneficios derivados de la instalación serían:

    • La eliminación de conexiones de doble salto para telefonía, siempre  que Venezuela pueda servir como centro de tránsito, cuestión que hoy en día no se realiza y cuya implementación no resulta competitiva.

 

    • La reducción notable de los tiempos de conexión en Internet, permitiendo el acceso a aplicaciones interactivas.

 

    • El aumento de la capacidad y velocidad de descarga de la información (siempre que los usuarios finales estén habilitados para ello) y, sobre todo, el beneficio en el intercambio de información, aunque esta última realidad es casi un mito, porque se trata de un beneficio “potencial” que depende absolutamente de la disponibilidad “real” de que los ciudadanos accedan a tales servicios.

Su mayor desventaja, a mi juicio, es que se trata de un cable de dos pares de fibras y que no tiene ruta alterna en caso de corte o rotura, hecho muy común en este tipo de conexión.

Cronología: Cuba y sus conexiones submarinas

1867: Primer cable submarino entre La Habana y Cayo Hueso.

1907: Se tiende un cable entre La Habana y Nueva York.

1909-1916: Se inauguran nuevas estaciones del cable en Pinar del Río, Cayo Cristo, Santa Clara, Nueva Gerona, Camagüey, Santiago de Cuba y Baracoa.

1950: Se instalan dos nuevos cables entre La Habana y Cayo Hueso.

1986: Se producen las mayores averías del cable submarino central Cuba-EEUU.

1992:  El 23 de agosto el huracán Andrew desactiva desactiva el enlace troposférico Guanabo-Miami, único medio existente en ese momento.

1992: El Congreso estadounidense aprueba la Ley la Democracia en Cuba, conocida como Ley Torricelli, que acuerda ampliar las comunicaciones y dar acceso a Cuba a la internet. El presidente George Bush la firma el 23 de octubre.

1992: En octubre entra en servicio un cable instalado en 1989 y que no estaba en operaciones por problemas de pago. Este cable se mantiene activo hasta fines de 1994.

1994; Entra en vigor la Ley Torricelli.

1996: Cuba logra acceder a internet vía satélite.

2007: El presidente Hugo Chávez anuncia planes de instalar un cable entre Venezuela y Cuba.

2009: Comienzan los estudios para la instalación del cable desde Venezuela, a un costo de 70 millones de dólares.

2011: El 22 de enero se inicia oficialmente el tendido de cable en la zona de Camurí, La Guaira, con destino a Playa Siboney, Santiago de Cuba.

* José Remón es Ingeniero Eléctrico en Telecomunicaciones. Trabajó en el Ministerio de Comunicaciones de Cuba por 25 años . A partir de 1979, se vinculó a las comunicaciones internacionales con la instalación de la primera estación de satélite de Intelsat. Fue Gerente de Servicios Internacionales y, desde 1988, participó activamente en las negociaciones con compañías de Estados Unidos, supervisando la administración de las cuentas internacionales. Es autor del estudio que permitió llegar al acuerdo de las tarifas entre Cuba-EEUU en 1992. Reside en Miami desde 1994. Laboró en el despliegue de un cable submarino de fibra óptica que conectó a 10 países de América del Sur con EEUU. Actualmente es consultor de Telecomunicaciones.

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