Marc Rich, el magnate que sabe demasiado

Marc Rich, el magnate que sabe demasiadoEl magnate financiero Marc Rich, quien se agenció más de 2,000 millones de dólares vendiéndole petróleo a Sudáfrica bajo el régimen de apartheid, burló sistemáticamente el embargo contra Cuba desde 1962, no sólo por el placer de consumir los legendarios puros Cohíba.

El empresario judío mantuvo abiertos los nexos comerciales con el gobierno de Fidel Castro a través de la filial de Philipp Brothers en Madrid y luego mediante su exitosa corporación MRAG, creada en Suiza en 1974. Las revelaciones aparecen en la biografía The King of Oil: The Secret Lives of Marc Rich, publicada recientemente por el periodista Daniel Ammann bajo el sello editorial St. Martin’s Press.

De acuerdo con el testimonio de Rich, el negocio con La Habana se prolongó hasta entrados los años 90 y abarcó principalmente materias primas como pirita, cobre, manganeso y níquel. También en varias oportunidades MRAG adquirió azúcar cubana a cambio de enviar petróleo de Rusia y Venezuela a la isla.

En una ocasión Rich alquiló el carguero Monviso -donde él había escapado con su familia de Francia a Marruecos huyendo de la persecución nazi en 1941- para transportar un cargamento de pirita desde Cuba a Italia.

En 1991 un funcionario cubano que desertó en el exterior afirmó que la compañía de Rich estaba involucrada en negociaciones con Fidel Castro Díaz-Balart, el primogénito del gobernante y ex jefe de la jefe de la Comisión de Energía Atómica de Cuba, para obtener uranio mineral. El empresario lo negó y aseguró que las conversaciones entre ambos giraron sólo en torno a yacimientos de plomo y zinc en la isla.

“Los negocios son neutrales”, asevera Rich, de 75 años, considerado el más acaudalado y poderoso comerciante petrolero del siglo XX. “No se puede dirigir una empresa comercial sobre la base de simpatías con el cliente”.

El libro de Ammann, un laureado periodista y editor del semanario Die Welwoche de Zurich, es el resultado de más de 30 horas de conversación con Rich, quien por primera vez cuenta los pormenores de sus controversiales negocios con el Irán del Ayatolá Khomeini, la Nicaragua sandinista, el régimen de Pretoria y Cuba, entre las décadas de 1970 y 1990.

De Irán a Israel

Rich se aferró al acuerdo firmado durante el régimen del Shá Mohammed Reza Pahlevi y continuó comprando petróleo a Irán hasta 1994. Se estima que en los días de la revolución islámica las ganancias de su compañía por las ventas de petróleo ascendían a 14 dólares por barril.

Durante esos años una porción de las compras petroleras estaba destinada al abastecimiento estratégico de Israel, utilizando un oleoducto secreto. Según Ammann, las ventas petroleras a Israel sumaban entre una y dos toneladas métricas anuales (entre siete y 15 millones de barriles), lo que significa que uno de cada cinco barriles del petróleo que adquirió Tel Aviv provenía de transacciones con  la firma de Rich.

Marc Rich, el magnate que sabe demasiadoLos negocios con Nicaragua en la era sandinista emergen también en este libro. Rich explica así las compras del excedente de petróleo que la Unión Soviética y otros países del bloque socialista le facilitaban al gobierno de Daniel Ortega: “Yo quería el petróleo y ellos [los sandinistas] necesitaban el dinero”.

Su nombre saltó a la palestra internacional en 1983, cuando fue encausado en un tribunal federal de Nueva York bajo cargos de evasión de impuestos y comercio ilegal con Irán tras el embargo impuesto por Estados Unidos. Las sanciones contra Teherán fueron aplicadas por el entonces presidente Jimmy Carter durante la crisis de los 53 rehenes norteamericanos en 1979.

Para evadir a la justicia, el empresario fugitivo se refugió en Suiza -donde actualmente reside- y desde entonces nunca ha retornado a Estados Unidos. El entonces fiscal Rudolph Giuliani asumió el caso y quiso extraditarlo, pero las autoridades suizas opusieron resistencia a acciones legales y policiales dentro del territorio helvético.

En enero del 2001, el presidente Bill Clinton le otorgó un polémico indulto antes de abandonar la Casa Blanca, lo que fue motivo de una investigación congresional en virtud de las donaciones de su ex esposa, Denise Rich, al Partido Demócrata. El tema resurgió en el 2008 durante las audiencias de confirmación de Eric Holder como secretario de Justicia.

Pero mientras sus negocios transgredían normativas legales y convenciones políticas en plena Guerra Fría, Rich ofreció otros servicios que tal vez sirven para explicar su sobrevivencia: financió operaciones del Mossad, el servicio de inteligencia israelí, y proporcionó información sensible al gobierno de Estados Unidos sobre figuras clave de países con los que negociaba, como Irán, Siria y la entonces Unión Soviética.

Nuestro hombre en La Habana

Rich recuerda los días de su arribo a La Habana de 1959, cuando apenas tenía 24 años. La revolución de Fidel Castro estaba en plena efervescencia y el programa de nacionalizaciones de minas e industrias acechaba a las empresas estadounidenses.

Henry Rothschild, principal ejecutivo de Philip Brothers, decidió enviar a su joven asistente, que hablaba español,  a negociar con Castro y salvar un préstamo de 1.2 millones de dólares que la compañía había otorgado para una mina de pirita en Cuba.

Rich propuso una solución que parecía temeraria: “Castro necesitaba divisas convertibles y mantener la mina de pirita en producción. Les ofrecí inyectar más dinero en efectivo y los cubanos aceptaron la idea… La mina siguió funcionando y nosotros pudimos recobrar totalmente nuestra inversión inicial”.

Fue así que se convirtió en la estrella ascendente de Philipp Brothers, a cargo de la supervisión de operaciones alrededor del mundo. En 1964, la corporación le ofreció la administración de la oficina de Madrid y Rich no lo pensó dos veces.

Cuba realmente puso a prueba el talento de Rich y definió su futuro en los negocios. “Marc se inició realmente en La Habana… esa experiencia forjó su carácter, porque le enseñó que actuar ilegalmente podía estar bien y rendir provecho bajo ciertas condiciones”, afirma un ex administrador citado en el libro.

De acuerdo con Ammann, Rich se volvió cada vez más escéptico al observar los acontecimientos políticos en Cuba con sus propios ojos. “No entiendo por qué se convirtieron en comunistas”, confiesa al autor. “Ok, ellos querían cambiar lo que el régimen corrupto de [Fulgencio] Batista había hecho, pero vi cómo los comunistas se apropiaron de todo con mano de hierro. Virtualmente no había oposición, la gente simplemente lo aceptó…No sé por qué cayeron en el comunismo. Fue terrible para el pueblo”.

Es entendible que Rich se manifieste opuesto a las sanciones comerciales contra Cuba: “El embargo no ha sido exitoso para derrocar a Fidel Castro”, le dice a Ammann.

En los últimos 20 años, sus contribuciones filantrópicas  suman más de 135 millones de dólares en proyectos culturales, educativos, científicos y sociales alrededor del mundo -ninguno de ellos en Cuba.

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